Cámaras traseras, el nuevo objeto de deseo de los ladrones

 

El robo de coches es tan antiguo como los propios automóviles. Al igual que los coches, han evolucionado con el tiempo, y aunque el robo de vehículos enteros es muy común, en muchos casos los ladrones prefieren apuntar sólo a ciertos objetos de valor de los que es más fácil deshacerse. Un nuevo objetivo para los ladrones es la cámara exterior del vehículo.

En los últimos años, los vehículos han continuado su esperada evolución tecnológica, lo que ha llevado a la democratización de tecnologías que antes estaban reservadas a los modelos de lujo o premium.

Las cámaras son un buen ejemplo de ello, ya que muchos modelos convencionales incorporan cámaras para facilitar maniobras como el aparcamiento o para actuar en conjunción con sistemas de asistencia al conductor como la alerta de tráfico cruzado trasero.

A menudo integrado en una pieza de plástico de la carrocería, este dispositivo queda bastante expuesto y, por tanto, es relativamente fácil acceder a él. Por eso los ladrones se fijan en estos dispositivos y la nueva oleada de robos tiene como objetivo estos dispositivos.

Esto ya está ocurriendo en el Reino Unido, especialmente en Londres, donde se han denunciado varios casos en los últimos meses, la mayoría de ellos dirigidos curiosamente contra modelos de BMW. Este fabricante premium, al igual que otros competidores de su categoría, dispone de cámaras de alta calidad muy demandadas en el mercado clandestino de segunda mano.

Robos sencillos

La relativa sencillez del robo anima a los ladrones a actuar, normalmente de noche, cuando pueden realizar la operación en pocos minutos y marcharse sin mucho riesgo.

A la mañana siguiente, cuando las víctimas pusieron la marcha atrás, se dieron cuenta de que en la pantalla del salpicadero no aparecía nada, sólo un rectángulo negro, y cuando comprobaron por qué, se dieron cuenta de que se habían llevado la cámara. Pero el calvario no acabó ahí, porque cuando acudieron al taller de su marca para que se la cambiaran, les costó alrededor de 1.000 euros.

En algunos casos, las víctimas incluso prefirieron tapar el agujero y no instalar un nuevo aparato por miedo a que se lo volvieran a robar.

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