Hace 25 años, en 2001, Suzuki presentaba en el 35 salón de Tokio un prototipo que supondría toda una revolución en la categoría que conocemos como motos de calle o streetfighters, se trataba del prototipo de la Suzuki B-King. Una moto de ensueño debido a lo radical de su diseño y a su agresividad.
Un diseño rompedor
Su rompedor diseño era fascinante, su careta de faro resultaba intimidante y el aspecto de la Suzuki B-King era imponente en su conjunto. Suzuki supo hacer diana. Todo esto ocurría en 2001, no obstante, todos los que esperaban esta moto como agua de mayo tuvieron que alargar su paciencia durante seis años más .
El prototipo del Salón de Tokio prometía 250 CV desarrollados por un motor tetracilíndrico de línea transversal con turbocompresor, el mismo que montaba la mítica Hayabusa de 1.298 cc.
Por otro lado, el chasis de doble viga de aluminio con basculante de doble brazo de refuerzo superior subía el nivel de la parte ciclo.
La B-King contaba con un freno de doble disco delantero con pinzas Brembo de anclaje radial y su horquilla invertida se sujetaba por pletinas triples. Sus llantas de aleación de 17 pulgadas montaban un neumático de 240 en la parte trasera.
En el salón, el prototipo prometía un GPS con alarma e interconexión con el teléfono móvil del conductor, dando posibilidad de actualizar el software OTA en unas fechas en las que todo esto no era tan común como hoy en día.
Suzuki, además, añadió un antirrobo que funcionaba a través de la huella digital y un casco a juego con un HUD Display en el que se podía controlar todo el panel de mando de la moto.
Agua de borrajas
Por desgracia, cuando esta moto llegó al mercado en 2007, todo eso quedo en nada, ya que el producto final no se parecía en nada al prototipo. Aunque mantenía la estética y la parte ciclo, su motor finalmente fue de 184 CV, suficientes sí, pero en ningún momento tuvimos los prometidos 250 CV ni se mantuvo aquella tecnología que enamoró al mundo.
No cabe duda de que la Suzuki B-King es una gran moto con una estética imponente, pero fue inevitable llevarnos una decepción cuando por fin la vimos comercializada.
