Se acercan las vacaciones de Semana Santa y con ella, miles de desplazamientos. Antes de irnos de escapada, conviene revisar bien el coche y ponerlo a punto para el viaje. Niveles de aceite, de agua, motor, luces… y neumáticos. Aunque en este artículo nos centraremos, especialmente, en estos últimos.
Así como el motor es el corazón del coche, los neumáticos bien pueden ser sus pies. Muchas veces no les prestamos la atención que precisan, lo que puede poner en riesgo nuestra seguridad al volante. Por ello, es importante cuidarlos: no acelerar o frenar con mucha fuerza y comprobar que la presión de inflado sea la correcta. Pero el paso del tiempo también hace estragos en el estado de los mismos.
El desgaste de los neumáticos, a partir de la monta
¿Puede caducar un neumático con el que nunca he circulado? Sí y no. No hay ninguna normativa nacional ni europea donde se regule la caducidad de los mismos. No tienen una fecha de caducidad como tal, sino que ésta es considerada como vida útil. Lo que sí tienen es una fecha de fabricación pero con el tiempo los materiales se van degradando y, a partir de un cierto tiempo no se puede circular con seguridad con estos neumáticos porque sufren una pérdida de propiedades al envejecer.
¿Cómo saber cuándo un neumático ha perdido esas propiedades? Cuando lo compramos, hemos de saber que nos va a durar unos años determinados a partir de la monta. Generalmente son cinco años desde la monta los que pasan para que se considere que el neumático ya no sirve aunque a partir de esta fecha pueden seguir usándose si cada año los revisa un especialista. Pero sí hay que cambiarlos por unos nuevos cuando cumplen diez años desde su fabricación.
La misma rueda de repuesto que lleva el coche, si nunca hemos sufrido un pinchazo en carretera que nos haya hecho tener que cambiarla, puede ser ese mismo neumático que caduca sin usar. También alguno que tengamos en casa o en algún garaje o almacén guardado con antelación para cambiarlos. Para que el desgaste no sea mayor, hay que conservarlo en buenas condiciones, es decir, en lugares en que no haga mucho calor, sin humedad y sin exponerlo directamente al sol.
La fecha de fabricación viene indicada en el flanco del neumático con una combinación de cuatro dígitos en que los dos primeros indican la semana de fabricación y los dos últimos el año. En el flanco también vienen todas las especificaciones técnicas que hay que tener en cuenta (y saber interpretar) para elegir un neumático: marca, modelo, medidas, códigos de carga y velocidad, homologación y anchura de la sección.
Cuando montamos un neumático nuevo comienza a perder propiedades poco a poco: el paso del tiempo, las inclemencias del tiempo como el calor, el frío, la lluvia… Y la misma circulación también hace que se desgasten y pierdan grosor en la banda de rodadura. Cuando se llega a los 1,6 mm. de profundidad en el surco (el límite legal) ha llegado el momento de cambiarlos.
Accidentes... y multas
Con el paso del tiempo, la goma pierde elasticidad y pasa a ser un poquito más fina. También puede agrietarse y romperse con mayor facilidad, ocasionando reventones y una menor sujeción y agarre circulando con ellos, así como una disminución de la distancia de frenado. Todo ello no sólo es un peligro para los ocupantes del propio vehículo: también para terceras personas que circulen por la misma vía y para peatones.
Además de velar por nuestra seguridad (y la de terceros), llevar los neumáticos en buen estado puede suponer un ahorro para nuestro bolsillo, ya que si los agentes de tráfico observan que los neumáticos no son apropiados para circular puede caerte una multa de hasta 600 euros e, incluso, pueden inmovilizar el vehículo.