Donald Trump está cumpliendo con sus promesas electorales. Y la fabricación de vehículos en México se resentirá en 2017. El proteccionismo y los aranceles, propios de épocas pasadas en las que Estados Unidos se aisló (véanse los años posteriores a la Primera Guerra Mundial), vuelven a estar encima de la mesa del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
La herencia liberal de su propio partido y los consensos sobre el libre comercio con la oposición demócrata han saltado por los aires. Los acuerdos establecidos con Canadá y México para formar una región económica próspera, al estilo de la Unión Europea, pero con menos carga burocrática, tienen los días contados.
General Motors
Por lo pronto, a principios de enero, Trump, siendo solo el presidente electo, amenazó a la multinacional General Motors con aplicar un fuerte incremento de aranceles por vender en el mercado interior coches que la compañía fabrica al otro lado de la frontera, en México.
Ford
Pero las malas noticias nunca vienen solas y la segunda compañía del sector en Detroit, Ford Motor, ha iniciado el año con un giro estratégico en su plan de expansión. En este sentido, hace unas semanas anunció que anulaba una inversión de 1600 millones de dólares en México. ¿Dónde va a destinar esa cantidad de dinero la multinacional? A la producción de coches eléctricos en el estado de Michigan. Es decir, los empleos y el dinero se quedan en casa. Aunque el coste de la mano de obra sea tres o cuatro veces más alto.
Para México, la decisión de Ford supone una caída de la inversión extranjera y la no materialización de hasta 2800 empleos en 2020. Esa era la previsión para la construcción del complejo en San Luis Potosí con la planta a pleno rendimiento. El objetivo era concentrar la producción del Fiesta, C-Max y Focus. Trump amenazó con aplicar un 35 % de aranceles a los coches importados desde México. Actualmente, Ford da empleo a unos 8800 trabajadores en México, un 6 % de la producción mundial.
Coches más caros
Según los economistas liberales, esta medida es, a todas luces, cortoplacista porque se centra en conservar miles de puestos de trabajo en los estados industriales del medio oeste, granero de votos para Trump en las pasadas elecciones. Estamos hablando de empleados y familias de raza blanca, de clase media baja, sin estudios universitarios, que han visto cómo la globalización les ha dado la espalda. Pero los partidarios de esta medida olvidan que ese coste de la mano de obra repercutirá en el precio final del producto, que acabará pagando el comprador del coche. Es decir, esta medida, a la larga, hará que los estadounidenses fabriquen, vendan, compren y alquilen coches más caros. Es una de las consecuencias más evidentes del proteccionismo.